EL PERRO ATERRADO Érase una vez un perro llamado Kutta que vivía en una gran ciudad de la India. No tenía dueño y se dedicaba a vagar por las callejuelas olfateando todas las esquinas, casi siempre buscando algo para comer. Su vida era tan solitaria que solía recurrir a la imaginación para hacerse una idea de cómo eran las cosas, de cómo funcionaba el mundo. Se puede decir que Kutta se pasaba el día haciendo conjeturas de esto, lo otro y lo de más allá. Por ejemplo, si una señora lanzaba a la vía pública las sobras del caldo, él pensaba: – ‘¡Oh, qué generosa es esa mujer! Seguro que me ha visto, se ha dado cuenta de que tengo hambre, y muy amablemente ha tirado los huesos para que yo me los zampe.’ O si un chaval arrojaba un palo al aire, sonreía y se decía a sí mismo: – ‘¡Qué chico tan simpático! Lo lanza lejos porque sabe que a los perros nos encanta ir a buscar palitos y pelotas. Estoy convencido de que lo que quiere es jugar conmigo y que si pudiera me adoptaría.’ Kutt...